Han pasado tres o cuatro días desde que encadene ‘El Ruido y La Furia’ 7c+/8a en Araotz, Oñati, Gipuzkoa. Uno de los grandes logros de mi carrera deportiva puesto que llega en un momento complicado de mi vida: en las últimas semanas he estado más ocupado que nunca, le he dado par de vueltas al mapa peninsular e internacional y llevo demasiados kilómetros en muy pocos días. Las noches en los aeropuertos se hacen muy largas, el cansancio se hace notar y tengo que concentrarme en canalizar los nervios que suponen estar a punto de partir hacia el reto más difícil de mi carrera, afrontar el Everest en invierno sin oxígeno artificial.
Hace un par de meses, montamos el sector de Korea en Oñati y Maikelo me animo a probar, pero la meteorología no se presentaba a nuestro favor y David Carretero me ayudo a desmontar la vía. En ese mismo fin de semana, se nos presentó buen tiempo y el lunes me puse manos a la obra: sacando movimientos poco a poco, poniendo a punto las piernas, gestos…
El 22 de noviembre tras ofrecer una conferencia en Cuenca, me vine a Korea a escalar, pero la metereologia jugó en nuestra contra y tuvimos que esperar varias semanas para que se presentase adecuado para poder encadenarla; puesto que dos cantos clave estaban mojados.
Posteriormente, el 15 de diciembre, tras estar trabajando durante todo el día, decidí ir a la noche, y cuando le propuse a Ibra la idea, me dijo que vendría conmigo, echándose a reír pensando que eso era una locura. A las 23:30 le recojo en Bergara y partimos hacia Korea, en una noche de película. Calenté y di tres peges, y en el último de ellos cuando estaba en la altura de la chorrera, cayó una ardilla a una altura de 1 o 2 metros. Fue alucinante, pasamos una noche increíble, con cinco frontales encima, y realizando un buen entrenamiento.
Para finalizar, el domingo, 18 de diciembre, Esther y David me aseguraron. Disponía de muy poco tiempo, y calenté en la misma vía -en el Ruido-, mientras que a Simone le hacían una entrevista allí al lado, puesto que en breve partíamos hacia Doneztebe a dar una conferencia. Por lo tanto, pensé que éste no sería el día idóneo para conseguirlo, porque venía de dormir tan solo tres horas en Arnedo.
La vía estaba mojada, di un pege y a la altura de la cuarta chapa me caí; quería seguir, pero pensaba que no tenía tiempo para hacer otro intento, pero Esther me convenció para que bajara y descansará cinco minutos. Volví a empezar con un buen ritmo, concentrado; el bloque sale más difícil por algunos imprevistos, pero me siento fuerte, seguramente voy demasiado rápido y con demasiadas cosas en la cabeza, pero llego a la chorrera, descanso un poco y ahora si… no s eme puede escapar, me tiro, recojo la pierna y paso, voy concentrado hasta el encadenamiento, fuerzo un poco a lo último y… ¡conseguido! Muchas gracias a todos los que me habéis asegurado, y especialmente, a Esther y a David por estar siempre ahí. Ahora, toca dedicarse al Everest.